Autora: Pulice Agostina
Fue Lacan quien en el seminario Aun nos advierte acerca de la práctica “lo único que hacemos en el
discurso analítico es hablar de amor” y en la última parte de su enseñanza se plantea si tiene el
psicoanálisis algo nuevo para decir sobre el amor.
¿Cómo se juegan los vínculos amorosos en una época signada por el consumo que parece forzarnos
a encontrar rápidas satisfacciones en objetos que pueden intercambiarse como figuritas? En la
actualidad asistimos a lo que el sociólogo Zygmun Bauman llama “el amor líquido”. Dentro de las
conceptualizaciones que ofrece el autor se encuentra el temor que aqueja a los seres humanos ante la
posibilidad de establecer un vínculo amoroso. Vivimos una época en la cual las relaciones humanas
se ven tentadas a la búsqueda permanente de nuevas “opciones” que garanticen la gratificación. De
este modo, los seres humanos en muchas oportunidades se degradan a la condición de ser un objeto
más del mercado.
En la clínica, puede escucharse permanentemente la búsqueda incesante de los sujetos, a través de
numerosos medios que la tecnología actual ofrece: Tinder, Badoo, Match, Facebook, Instagram,
Snapchat, etc. Si bien estas redes han permitido constituir parejas estables, son más abundantes los
casos en los que funcionan a modo de vidriera, soporte de encuentros fugaces, un modo de acceso a
sexo sin compromiso afectivo, un sexo que sólo permite el goce sexual del cuerpo de otro. Por tanto,
con encuentros se saca un provecho del otro, se obtiene un plus y luego se pasa rápidamente a la
búsqueda de un nuevo cuerpo con el cual gozar.
Esta época se encuentra signada por la no tolerancia de la diferencia con el otro. En cuanto el
partenaire no se adecua rápidamente a las expectativas que se demandan se lo descarta rápidamente
con la convicción de que el mercado de seguro ofrecerá un reemplazo rápido y hasta con una versión
mejorada, cual modelo de celular.
En medio de esta vorágine, es fundamental recordar la importancia de la autenticidad, la empatía y el compromiso en nuestras relaciones. Quizás sea en la resistencia a esta cultura del consumo rápido donde podamos encontrar la verdadera conexión humana y la satisfacción duradera.
El trabajo analítico se propone, entonces, como un espacio donde la pregunta por el amor puede al menos esbozarse y la dirección de la cura se convierte en aquella que permite materializar y explorar la pregunta por el propio deseo.
Deja un comentario